
En el cruce de fronteras entre lo nacional y lo provincial, la reciente elección legislativa arrojó lecturas que no pueden obviarse. En la provincia de San Juan, los resultados finales del domingo 26 de octubre muestran que el frente Fuerza San Juan se impuso con 33,53 % de los votos; en segundo lugar, quedó el frente Por San Juan, que agrupa al orreguismo, con 30,21 % y la tercera fuerza fue La Libertad Avanza con 25,33 %.
Este dato rescata dos verdades fundamentales: uno, que el oficialismo sanjuanino (orreguismo) tiene una estructura real para disputar poder en la provincia; y dos, que las predicciones que aseguraban un triunfo del oficialismo provincial y la exclusión del mileísmo en San Juan erraron por completo.
Es aquí donde debe abrirse un paréntesis para aquellas casas de encuestas y consultores de campaña que operan como oráculos políticos: previeron que el oficialismo provincial metería dos candidatos propios, y que el espacio de Javier Milei quedaba afuera del reparto. Pues la realidad los desmintió y demuestra que el mapa político es mucho más dinámico de lo que sus modelos proponían. El escaso acierto de esas predicciones debe servir de llamada de atención: “Mientras menos hablas, menos oportunidad tienes de equivocarte”, como apuntaría un jurista o un filósofo. Y en política es justamente lo contrario.
En el plano nacional, la derrota del peronismo fue evidente. El mapa electoral mostró que el oficialismo kirchnerista perdió en 19 provincias, y su principal referente, Axel Kicillof, quedó afuera de la ecuación de poder. Esta derrota generalizada obliga a reconocer que el peronismo como tal está en fase de agotamiento político, al menos en la provincia de San Juan. Allí, el ciclo hegemónico que estructuró como eje local —desde José Luis Gioja, pasando por Néstor y Cristina Kirchner, hasta Sergio Uñac— parece haber cerrado una etapa. En este sentido, en San Juan prima la lectura de que el triunfo local depende hoy de una eficaz articulación nacional, y el peronismo no la tiene.El peronismo, fiel a su instinto de negar la realidad, salió a festejar una elección que en verdad marca su retroceso. La foto de Cristina Fernández en un balcón celebrando un triunfo inexistente simboliza esa desconexión con el presente político del país. Lo mismo ocurrió en San Juan, donde referentes como Uñac, Andino y Gramajo intentaron mostrar euforia frente a un resultado que, lejos de consolidarlos, evidencia el agotamiento de una estructura vieja y sin rumbo. Esa lectura errada —compartida también por parte del periodismo afín— ignora un dato elemental: hoy existe un 65 % del electorado nacional claramente antiperonista. Festejar en ese contexto no es una muestra de fortaleza, sino de negación política.
El orreguismo, por su parte, sale fortalecido. Marcelo Orrego, con una agenda exterior que incluye reuniones con compañías mineras internacionales y viajes a Australia para posicionar a San Juan como destino de inversiones, muestra no sólo visión local sino también apertura global. También está como muestra que Donald Trump influyó en el resultado nacional con la inyección de dólares al país y eso el pueblo lo tomó como fundamental. En este aspecto Orrego cuenta con una carta a favor porque está muy bien visto en Estados Unidos, gestionó y posicionó a la provincia muy alto en el país del norte.
Esa proyección internacional le añade peso político interno, al tiempo que genera confianza en sectores productivos e inversores. En ese contexto, los candidatos que lo acompañan —como Fabián Martín— adquieren legitimidad como interlocutores genuinos de la provincia ante el mundo, más allá del vaivén nacional.
Ahora bien: ¿por qué no pudo el orreguismo lograr la victoria plena en San Juan? Las causas son múltiples, pero vale detenerse en una que los analistas locales no dejan pasar: por ejemplo en la cuidad capital en dónde la percepción ciudadana frente al desplazamiento de los “carros pancheros” y los manteros del centro capitalino jugaron en contra. En los círculos urbanos, decisiones de ese tipo se interpretaron como desconeción entre la política y el sentir cotidiano del sanjuanino. El ciudadano dejó de tener su salida clásica de fin de semana y la gente lo interpretó como un signo de desapego. Esa desconexión local pudo pesar más que los discursos grandes.
El mensaje político es claro: no basta con el auge nacional o con invertir en imagen exterior. Los votos se ganan también en las veredas, en las esquinas, en los hábitos de fin de semana. Si esos espacios se alteran sin explicación pública convincente, se genera una grieta entre el poder y la ciudadanía.
En el horizonte inmediato, el oficialismo sanjuanino tiene una carta ganadora: administrar el cronograma electoral provincial. En tanto el gobernador tiene facultades para convocar y fijar la fecha de las próximas elecciones, el orreguismo podrá jugar estratégicamente (adelantar o posponer) para maximizar su ventaja, lo que le abre un diferencial frente a adversarios menos organizados.
Al sumar a Fabián Martín como diputado nacional, se refuerza la capacidad de articulación del gobernador con el Congreso y también con el oficialismo nacional. Esa coordinación será clave para que San Juan obtenga recursos e inversiones: el diálogo ya no es sólo local, sino que transciende fronteras y se proyecta en clave país.
Finalmente, la gran conclusión es que en San Juan el rumbo apuntando hacia el futuro ya no pasa por el justicialismo tradicional, sino por un proyecto en el que el orreguismo emerge como eje decisivo. Si se articula con el espacio de Milei —una eventual convergencia que los mercados políticos ya susurran— se abriría un frente anti-peronista con capacidad real de gobierno sostenible. Y en política, sostenerse es tan importante como ganar.
En pocas palabras: el escenario está servido. Marcelo Orrego está posicionado para liderar la transición política en San Juan. El desafío será consolidar la estructura territorial, cuidar el vínculo con los ciudadanos de a pie (incluidos los manteros y puestos callejeros que simbolizan la identidad local) y asegurar que la provincia no sólo sea receptora de inversiones, sino que transmita una visión de futuro compartido. Sólo así podrá decirse que San Juan no sólo ganó una elección, sino que ganó un proyecto.
Por: Dr. César Jofré
